La Fuente del Berro y el Ginkgo Biloba.

Hacer de turísta en Madrid, cuando se lleva tanto tiempo viviendo en la ciudad que te vió nacer, puede parecer chocante, pero vivir esa experiencia de descubrir un lugar de la ciudad que no conoces, es sencillamente emocionante.

Eso es lo que me ocurrió hace unos dias cuando visité por primera vez el parque «Fuente del Berro». Ha estado allí desde el reinado de Felipe IV, que lo adquirió al Duque de Frías y conde de Haro, Bernardino Fernández de Velasco, que compró una serie de tierras, conformando una «quinta» de tierras que serían el principio de la creación de la Fuente del Berro, tal como lo conocemos ahora. La Quinta del Berro, fue pasando por distintas manos durante más de 400 años. El lugar poseía huertas, jardínes, tierras de labor, arboledas y gran variedad de árboles frutales. El agua ha sido el protagonísta de esta historia, ya que sin ella, este lugar no sería tal y como lo es. Y es que el lugar poseía importantes acuíferos, que hoy ya han desaparecido prácticamente con las transformaciones urbanas de los alrededores del parque. Con lagos, una cascada recuperada y una excepcional representación botánica en la que destacaríamos el Ginkgo Biloba, un árbol fósil viviente. Cuando bombardearon Hiroshima, fue el único árbol que sobrevivió. En China y Japón, este árbol es considerado sagrado. Ya en la época de los dinosaurios, hace 270 millones de años, la luz del Sol, bañaba sus hojas. La incultura también se ha cebado sobre su tronco con un perceptible graffiti y es que, la ignorancia es tan atrevida!.

El parque necesita más protección y soy de la tesis de que hay que perseguir la lacra del graffíti, con múltas ejemplarizantes, consciente de que no es un problema que se pueda atajar fácilmente, cuando el sistema educativo ha derrumbado las bases de lo que es el respeto y la educación en valores.

El parque es más que éste árbol, pero no puedo evitar decir que ejerce una poderosa atracción. Resúlta emocionante estar bajo sus alargadas ramas, que parecen querer abrazarte, en un acto de amorosa generosidad. Es hipnótico contemplarlo y despierta toda clase de emociones, donde el corazón no para de hablar sin palabras.

 

IMG_3009[1]Ginkgo Biloba

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