Juan Carlos Argüello, más conocido como «Muelle», nos despertó de la rutina en una fria y grisácea mañana de invierno de 1985, con la aparición de unos graffitis en diferentes lugares de la ciudad de Madrid, con la palabra «Muelle» con un muelle integrado en la misma palabra, que fue extendiéndose como una mancha de aceite a otros lugares de España. Al principio, sus graffitis eran simples, de un solo color, pero con el tiempo, fueron apareciendo incluso pintados de manera tridimensional. Podríamos deberle a él, el despegue del graffiti en España.

Graffitis pintados en vagones de alta velocidad. Instalaciones de Adif en Las Matas (Madrid).
Aunque siempre hubo antes mensajes de mayor o menor gusto pintados en las paredes de las calles, con Muelle emerge el gusto por la estética y a partir de ahí, se han ido produciendo diferentes manifestaciones graffiteras, que llegados al momento que nos toca vivir, han desbordado todo propósito de comunicación, convirtiéndose en una contaminación más del medio urbano y natural.
Los mensajes siempre han convivido con el hombre, como un medio vital de expresión de ideas y de protesta social, pero en la actualidad, han alcanzado un grado de degeneración, que obliga de manera urgente y sin miramientos ni condescendencias de ningún tipo, a combatirlo.
Hay varias lecturas que podemos hacer de la manifestación de estos graffitis y son en primer lugar, la rebeldía de un numeroso grupo de jovenes a los que se les ha arrinconado literalmente de las posibilidades de ser partícipe de un futuro próspero. En segundo lugar a una educación cada vez menos exigente, adoctrinada en ideologías y una deficiente educación en valores básicos de respeto y civismo hacia los demás. Y en tercer lugar a los actuales paradigmas de nuestras sociedades, que están cambiando de una manera vertiginosa con la irrupción de las nuevas tecnologías, que están suponiendo una brecha de adaptación difícil de asimilar para muchos grupos de población (principalmente la tercera edad) y han transformado las actividades productivas, creando un mundo eminentemente digital, al que a marchas forzadas, nuestro sistema educativo intenta adaptarse para ofrecer profesionales que puedan integrarse laboralmente. Entre medias de estos cambios, ha quedado varada una amplia generación de diferentes niveles educativos.
«El mundo es demasiado hermoso para que lo maltratéis de esa manera. No necesitamos ver vuestras pintadas a diestro y siniestro. Ya tenemos suficientes problemas, como para que añadáis uno más a la lista»
No podemos decir que sea una «contaminación» exclusivamente de nuestro país, sino que se produce de igual manera en otros países, pero la linea roja de lo permisible o no, ya fue traspasada hace mucho tiempo y cada vez intentan llegar un poco más lejos en el desafío: estos graffitis han sido encontrados en edificios abandonados, fachadas, edificios históricos de nuestro Patrimonio Histórico, edificios de empresas privadas y públicas, en túneles y trayectos de la alta velocidad AVE, en la red de Cercanías de Adif, en infraestructuras viales, puentes, mobiliario urbano, rocas en el campo, muros de piedra, accesos a propiedades particulares, autobúses de transporte de viajeros, troncos de árboles, vagones de tren.
«La verdadera riqueza de las empresas, no está en ganar dinero, sino en ser instrumentos de prosperidad para los ciudadanos a los que sirven. Conviene no olvidarlo, en un entorno cada vez menos solidario y más despiadado. Todos dependemos de todos… la interdependencia es tan grande, que ignorarla es destruir nuestro propio tejido social»
Esto no solo supone un daño real a todo nuestro patrimonio público, sino un alto coste económico en su restauración, causando un perjuicio gratuíto a los recursos financieros públicos. Además evidencia claramente una vulnerabilidad en la seguridad de las infraestructuras en España, donde cualquier grupo de individuos puede tener acceso a las vias de ferrocarril de alta velocidad, o a las autopístas, poniendo en riesgo a los viajeros. La degradación de nuestras ciudades y nuestro entorno es un hecho ya, que no solo deberá de combatirse con múltas, sino con educación en valores y ofreciendo oportunidades reales de integración laboral, evitando la marginación de jovenes con riesgo de exclusión social.
En el barrio de «Lavapiés», una estupenda iniciativa por parte del Ayuntamiento de Madrid, ha logrado dar cauce de expresión en unos muros de una calle, para que aquellos/as que lo deseen, puedan dar rienda suelta a su talento artístico callejero. Periódicamente se van cambiando los murales, para que exista una mayor rotación de participantes y el resultado es un llamativo lugar de encuentro al aire libre para exponer ilustraciones y composiciones artísticas.

Muros autorizados para la realización de Graffitis o expresiones artísticas en Lavapiés.

La leyenda del Ayuntamiento de Madrid, concienciando del problema.
Mirando hacia el exterior de nuestras fronteras, uno de los más famosos graffiteros en el Reino Unido, ha sido el artísta de arte urbano, Banksy, cuyas obras son consideradas como piezas de arte callejero y muy valoradas por los ciudadanos. Incluso, la accidental limpieza de algunas de sus composiciones en Londres, ha levantado una gran polémica. Forman ya casi, parte integrante del paisaje urbano londinense.
A lo largo de mis ocasionales viajes por la geografía española, iré recopilando y colocándo en este Post, fotos de este problema añadido de contaminación visual que tenemos, para concienciar de ello a las instituciones competentes de la necesidad de hacer algo más que tomar una postura pasiva y afrontar estos hechos de una manera más activa y combativa.

En la imagen, el deplorable estado exterior del edificio del centro de salud de Collado Villalba (Madrid).
Mención especial merece la denuncia del Ayuntamiento de Torrelodones (Madrid), contra un menor que había realizado pintadas en el municipio, cuya limpieza superaba los 3.600 euros. Hay que recordar que cualquier daño realizado al mobiliario público por valor de más de 440 euros es considerado como un delito penal. Sólo actuando, denunciando y exigiendo responsabilidades, se acabará con esta lacra.
LA ALTERNATIVA DE LOS GRAFFITEROS
Muchos graffiteros han encauzado su necesidad de pintar a diestro y siniestro, ofreciendo su vena artística a muchos establecimientos comerciales, pubs, floristerías, fruterías, etc… que han visto en la opción de pagar a un ilustrador una bonita ilustración relacionada con sus negocios (normalmente en una puerta de cierre o en las paredes exteriores del establecimiento), una diferenciación y modo de llamar la atención hacia el cliente, a la vez que sirve como método de disuasión para que otros no hagan pintadas en una obra de arte. Es una posibilidad real de emprender un camino totalmente diferente al del graffitero indiscriminado, ofreciendo un servicio de mantenimiento y una renovación periódica de dichas ilustraciones.