Todo está derrumbandose a nuestro alrededor, para sobre nuevas formas de pensar, construir un nuevo futuro. No existe nada seguro, salvo la determinación individual de seguir un camino propio, en el que la libertad personal de poder elegir, tiene un peso fundamental. Y el primer cambio sucede en nuestra propia mente, con pensamientos, deseos e intenciones renovadas y completamente diferentes a las actuales, influenciadas por el medio que nos rodea. Necesitamos des-aprender para volver a aprender basándonos en las experiencias propias y en la propia intuición. Todos esos valores que nos infundaron en la educación, han quedado demostrados inservibles para los nuevos desafíos.
Vivímos una etapa de transición, en la que los poderosos ya no tienen poder y en el que ese protagonísmo ha pasado a la colectividad de todos los que habitamos el planeta Tierra. El campo es el planeta Tierra y el trabajo está en nuestra propia mente, un lugar apenas explorado por unos cuantos audaces. La modulación de la energía que poseemos influye en nuestro estado mental y físico. Por eso es tan importante la atención. Para seleccionar, qué pensamientos nos interesan acoger y qué pensamientos deseamos rechazar en función de un objetivo de crecimiento y evolución marcados.
Todo esto lleva a la conclusión de que los seres humanos somos creadores de nuestro propio mundo y que dirigiendo nuestras intenciones en una determinada dirección a nivel colectivo, alcanzando una masa crítica, podemos transformar cualquier situación que obstaculice esta evolución. Ya en la antigua Grecia, en el frontispicio del templo de Delfos, insistían con plena conciencia de su trascendencia o sin ella, en la afirmación: «Oh! hombre, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses».
Por lo que, el conocimiento interior es la piedra angular de cualquier cambio exterior. ¿Y qué es conocimiento interior, sino la propia conciencia de uno mismo llevada hasta la última célula de nuestro cuerpo y mente?
Existe un vínculo invisible que conecta a todos los seres humanos entre sí, independientemente de donde vivan o de la raza o de la condición que sean. Ese vínculo es energético y mental y ejerce una poderosa influencia en todos los fenómenos que suceden. Constantemente esa energía está en movimiento e interactuando, reequilibrándose en flujos y reflujos de pura energía positiva y negativa. La importancia de este vínculo energético, radica en que puede ser redirigido hacia un noble objetivo de crecimiento y maduración espiritual que traería su reflejo en el mundo material. Lo increíble de estas afirmaciones es que, no son meras creéncias o hipótesis, sino que una gran y absoluta certeza está grabada en cada corazón humano y personas de muy diferente cultura o religión, pueden sintonizar y reconocer una misma intención que es universal.
En 1971 el astronáuta Edgar Mitchell en su viaje en dirección a la Luna en el Apolo 14, pudo contemplar al planeta Tierra flotando en el espacio, sintiendo una profunda conectividad con el mundo que contemplaba. A su vuelta a la Tierra, profundamente conmovido por la escena que presenció, fundó el Instituto de Ciencias Noéticas, dedicado a la profundización de la conciencia humana.
Estamos asistiendo a un gran cambio de conciencia en la Tierra, motivado por las perniciosas consecuencias de los viejos conceptos, de una percepción del sentido de la Vida trivial y sin contenido, que se resiste a transformarse y evolucionar en aras del bien común y de la cooperación, del crecimiento espiritual y de nuevos valores imprescindibles para una era diferente que ya está aquí.