El Palacio de Cristal de Arganzuela, me ha servido de inspiración, para traspasar los velos que nos rodean y recorrer un nuevo mundo, en el que todo el ruído que nos bombardea incesantemente, queda silenciado dentro del recinto y de nuestra cabeza.
Accedemos a un nuevo universo, con su propia atmósfera, artificial sí, pero no por ello de menos valor estético, espacial y constructivo. Es un oasis, un refugio, donde el ruído del agua se conjuga con mil matices de luces, rayos de oro refulgiendo sobre cada planta subtropical, como si de joyas reales iluminadas por el Sol se tratase. Aquí también podemos conectar con la unidad.
Basta que se den ciertas conjunciones, unidas en un efímero momento, para que el alma pueda escuchar. Hay que estar atentos, pero dejándose fluir en el espacio. Entremos con veneración, invitados a una fiesta de belleza y diversidad. Todo ha sido creado para nuestro deleite y para contribuir a nuestra felicidad. Si reconocemos la importancia de los valores que aquí son expuestos, sabremos ser más cuidadosos con todo lo que nos rodea.
De alguna manera, estos jardines, están anunciando una nueva etapa que comienza, en las que las viejas ideas, ya no nos sirven para progresar y crecer y en la que la armonía entre todo lo que habita en el planeta Tierra, será una manifestación distintiva de este nuevo tiempo.
Algún que otro mirlo, ha quedado «hechizado» por el lugar, atrapado en alguno de estos cuatro hábitats que en este singular edificio se exponen. Esperamos que los cuidadores del Palacio, los liberen.
«Oh alma ciega!, ármate con la antorcha de los misterios y en la noche terrestre, descubrirás tu doble luminoso, tu alma celeste. Sigue a ese divino guia y que él sea tu genio. Porque él tiene la clave de tus existencias pasadas y futuras».
Libro de los Muertos Egipcio.