El Horizonte de España.

«El objetivo principal de un Estado totalitario consiste en desconectar a la gente de la realidad, en hacerla vivir en un mundo ficticio. Los regímenes totalitarios han dado forma a la quimera de la creación de un universo paralelo».
 
Hannah Arendt.

Filósofa política alemana de origen judio.

 

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España se debate actualmente entre la urgente reforma de sus instituciones, o su descrédito y la desintegración del país. Pero además de estos desafíos que ha de afrontar, ha sido tocada de muerte por el desarrollo de los acontecimientos en la Unión Europea.

Recientes informes de diversos organismos internacionales, entre ellos el F.M.I. auguran para España, años de estancamiento y un crecimiento del empleo prácticamente plano. Europa, pero sobre todo España, está en una gran encrucijada en la que ya, no se pueden por más tiempo, postergar decisiones que deben marcar un nuevo horizonte para el país.

Reformando sus instituciones, para que sean más democráticas, transparentes y eficaces; hacer frente al inmovilismo ante los cambios que se están produciendo en la sociedad y que en muchas ocasiones, se adelantan a las decisiones políticas, en sus reivindicaciones justas y más igualitarias. Enarbolando la fuerza de la unidad que este país ha mantenido a pesar de tanta diversidad cultural que posee, pero siendo respetuosos de una vez, con los pueblos que la integran. Porque nunca un proyecto común, se ha asentado sobre cimientos como el sometimiento y la imposición. Se necesita también, un nuevo «Pacto de Toledo», en el que todos pactemos unas nuevas reglas de juego, más acordes con la nueva realidad, en las que se garantice un empleo de calidad como premisa para un desarrollo económico más equilibrado y justo y el factor humano, sea el protagonísta de este nuevo pacto social. Sería del todo imprescindible, una nueva política impositiva más favorecedora y menos recaudatoria en la creación de nuevas empresas y en las que hay, que son el pilar básico de creación de puestos de trabajo en nuestro país. Una nueva política en las inversiones extranjeras en España, a las que no sólo se les permita instalarse en nuestro país, sino que la condición para ello, sea la presentación a la correspondiente comunidad autónoma de un informe vinculante de creación de puestos de trabajo en función de sus dimensiones, para operar en el mercado español. No nos engañemos, porque si no se crean puestos de trabajo, todas las medidas que se tomen al margen de ello, por muy bien intencionadas que sean, no producirán el resultado esperado.

Si el «estado de bienestar», va a suponer continuos impuestos para los que trabajan, para mantener un sistema atrofiado e ineficaz, habrá que pensar en la responsabilidad que cada persona tiene sobre su vida, para que el esfuerzo personal sea la bandera de todo el progreso, sin abandonar a su suerte a aquellos que no se puedan valer por sí mismos. El ejemplo de las pensiones, en las que los trabajadores actuales están manteniendo el sistema de pensiones actual de terceros, en vez de garantizar con su trabajo, sus propias pensiones en el futuro, lo dice todo.

La entrada de España en la llamada Comunidad Económica Europea (1985), supuso para el país un renacimiento en su desarrollo económico y el incremento de su influencia política en el mundo, que es justo reconocer. Sin embargo, la actual Unión Europea, se está convirtiendo en un verdadero lastre para muchos países, porque realmente la solidaridad entre los países que la integran, brilla por su ausencia. Hemos visto como Alemania durante años, se ha estado financiando a un interés muy bajo, sino 0, a costa de la incertidumbre de los países del sur con grandes dificultades de financiación. El principio de solidaridad ha brillado por su ausencia por parte de Alemania. Y no se puede decir, cuando el edificio estaba ya en llamas, que los responsables han sido los gobiernos de esos países, sino la falta de un seguimiento exhaustivo de todas las ayudas que se han dado a muchos países para contribuir a su desarrollo económico.

La legitimidad de estos organismos oficiales, tipo F.M.I. o O.M.C. queda en entredicho por los diversos casos de corrupción que han salido a la luz pública. En el seno de la Unión Europea, cabe destacar la inoperancia de la Comisión Europea para administrar y controlar el dinero de todos los europeos. Destacaría muy significativamente, el caso de Polonia y Grecia.

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Christine Lagarde, actual directora del Fondo Monetario Internacional, dirigia en 2003 un bufete de abogados en EE.UU. que gestionó la venta de los F16 americanos a Polonia, con fondos procedentes de la Unión Europea.

En 2003, las subvenciones europeas destinadas al desarrollo de la agricultura en Polonia, fueron desviadas para la compra de aviones americanos F-16, que participaron en la invasión de IRAK. Esto no queda sólo ahí, sino que de manera escandalosa y en plena bancarrota griega, el 1 de noviembre de 2011, un movimiento externo de presión ejercido sobre el gobierno griego de Yorgos Papandréu, hizo que él mismo, un día después de haber llegado a un acuerdo de austeridad con el Consejo Gubernamental de Exteriores y Defensa, destituyera a altos cargos de la Defensa, como al Jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas, Yoanis Giagos; al Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Terrestres, Fragulis Fragos; al Jefe del Estado Mayor de la Marina de Guerra, Dimitris Elefsionitis, y al Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, Vasilis Klokozas. Acto seguido de esta maniobra política, el gobierno griego emitía costosos pedidos de armamento a EE.UU. Francia y Alemania, con la complacencia de estos últimos, que tanto rigor y énfasis ponían en controlar donde iría a parar el dinero que se prestaba a Grecia.

Este macabro juego sigue con total impunidad, y es del conocimiento en la Comisión Europea. Una corrupción insospechada ronda y anida en estos organismos tan respetables.

En vez de más Unión Europea, necesitamos el refuerzo de las identidades nacionales, como garantía de la toma de decisiones soberanas y legítimas, que no vengan impuestas desde instituciones que viven en otra realidad, dejan mucho que desear democráticamente hablando y son fácilmente proclives a la corrupción.

 

Esta misma corrupción que en España, se coloca como una de las principales preocupaciones de los españoles según un sondeo realizado por el CIS, en octubre pasado. Los políticos siguen manteniendo sus privilegios, como el acceso a una pensión con sólo haber ejercido el cargo de diputado durante 5 años, además de poseer un fondo de jubilación con cargo a los presupuestos del Estado. La clase política hace mucho hincapié en equipararse sus sueldos a los de otros países en Europa, pero no se preocupan de equiparar los sueldos de los trabajadores a la de países como Alemania o Francia, donde el salario mínimo interprofesional está por encima de los 1200 euros.

Por supuesto, no podría olvidarme de los sindicatos. En su día cumplieron una función importante, pero en la actualidad, no representan a nadie, sólo velan por sus propios intereses para seguir percibiendo la sopa boba del Estado. Lo que tienen que hacer es, dedicarse a trabajar e integrarse en el proceso productivo para enriquecer y aportar algo a la sociedad. No se preocúpen por los trabajadores, que cada uno sabrá defender sus derechos. Apliquemos el sentido común: agilización de los procesos judiciales, para que se cumpla la normativa del Estatuto de los Trabajadores. Estos parásitos que chupan recursos del Estado, (también los partidos políticos), que sostienen sus campañas con dinero público, en vez de con sus convicciones e ideas, son el cáncer de esas nuevas corrientes de renovación política que con gran ilusión y responsabilidad, están apareciendo con fuerza en el escenario de la política española: Alex Vidal Quadras, o el Movimiento Ciudadano, liderado por Albert Rivera, sin desmerecer a otros políticos, que aún de diferente signo, aportan un ejemplo vivo de lo que es hacer política con responsabilidad como Josep A. Duran i Lleida.

Entiendo que la única manera de resolver esta encrucijada, será anteponiéndo el bien común, por encima de los intereses particulares, pero en ésta ocasión desde un nuevo enfoque, en el que la cooperación y no el individualísmo, sea el baluarte de los nuevos valores que debemos asentar para un futuro que requiere mucha más generosidad si cabe, que en la primera transición. España deberá hacer una segunda transición, pero en esta ocasión real y no impuesta.

«La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarismos, sino sobre las faltas de los demócratas. Cada vez que un hombre en el mundo es encadenado, nosotros estamos encadenados con él. La libertad debe ser para todos o para nadie. La única manera de lidiar con este mundo sin libertad, es volverse tan absolutamente libre que, tu mera existencia sea un acto de rebelión».

Albert Camus.

 

 

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Nigel Farage, lider del Partido por la Independencia del Reino Unido de la Unión Europea, sufrió en mayo del 2010 un aparatoso accidente. Es el baluarte del antieuropeísmo en Europa, pero no un antieuropeísmo irracional, sino todo lo contrario, basado en la defensa de los valores democráticos que deben ser seña de identidad de cualquier proyecto de unión política; y se suma así, a la larga lista de líderes antieuropeístas que han sido objeto de atentados o accidentes, cuando menos, sospechosos, como el holandés Pim Fortuyn, el austriaco Jörg Haider y el polaco Lech Kaczynski. Estos tres últimos, perdieron la vida. Nada es casual, y es hora de dejar atrás el fácil y cómodo escepticismo y la incredulidad que practicamos, como reacciones automáticas a estas noticias. Aprecio la defensa acérrima de los valores europeos genuínos que esta persona personifica.