Hemos asistido a unos terribles días, en los que una vez más, la tragedia se ha cernido sobre muchas familias, que han perdido a sus seres queridos. El descarrilamiento de un tren que une Madrid con El Ferrol el pasado día 24 de julio, ha vuelto a pertubar nuestro equilibrio emocional. Sabemos mucho de esta sensación, que ahonda nuestro ser, hasta llevarlo casi a un lugar donde no existe la conciencia de uno mismo. Es como si estuviésemos recorriendo un círculo en espiral, que desde la periferia, gira y gira hasta llevarnos a un punto en el centro en el que no hay nada.
Uno necesita hacer silencio, para asimilar lo inasimilable. Hemos conocido demasiadas veces, repetida hasta la saciedad diría yo, estos eventos de tragedia y terror, en los que la muerte, el sufrimiento y el dolor, están tan presentes. Pero, como por un efecto de muelle, también como reacción, el vuelco por ayudar a los demás, de individuos anónimos, mostrándonos el lado más maravilloso del ser humano. Tendemos a olvidar fácilmente, porque es un mecanismo natural de defensa ante las adversidades. Si no lo hiciéramos, no podríamos mirar hacia adelante y seguir afrontando los desafíos.
Es en la desolación, cuando todas nuestras distancias, desaparecen, despojándonos de egos y estructuras mentales individuales bien arraigadas, que en un segundo, se desmoronan, mostrándonos la verdadera naturaleza del ser humano.
EL ASESINATO DE MIGUEL ANGEL BLANCO
En 1997, el pueblo español fue sometido a uno de los mayores chantajes que se recuerden a nivel colectivo. Miguel Angel Blanco, concejal del partido popular por la localidad de Ermua, fue secuestrado por la organización terrorista ETA, exigiendo al entonces gobierno de España, Jose María Aznar, el acercamiento de los presos de ETA al País Vasco como condición para su liberación, dando un ultimátum de 48 horas para que se cumpliera. Transcurridos 50 minutos de cumplirse el plazo, Miguel Angel Blanco recibió dos disparos en la cabeza, y fue encontrado moribundo en la localidad de Lasarte-Oria.
Nunca antes, se había producido una catarsis colectiva tan virulenta y firme como la vivida en aquellos trágicos días. Decía antes, que el ser humano tiende a olvidar, como un proceso natural de curación. Sin embargo, determinados acontecimientos, nunca pueden olvidarse y tienen que estar presentes siempre en nuestra memoria, para que nunca vuelvan a repetirse. Aquella manifestación espontánea de millones de ciudadanos en todas las ciudades de España, puso de manifiesto, que nada ni nadie puede socavar el espíritu de fraternidad y aspiración a la Justicia que une a cada ser humano con sus semejantes.
Ernest Lluch. Asesinado por la banda terrorista ETA, con 63 años, el 21 de noviembre de 2000.
http://fundacioernestlluch.org/
Miguel Angel Blanco. El dia que me mataron.
El asesinato de Miguel Angel Blanco. El día de la Infamia.
TSUNAMI EN JAPÓN. Marzo de 2011
Aunque la costa este de Japón, ha sufrido a lo largo de la historia algún que otro terremoto como el que asolaron sus costas en 1611; el sufrido en marzo de 2011, con una magnitud en la escala de Richter de 9 grados, fue el más devastador, con más de 20.000 muertos y desaparecidos y 350.000 desplazados de sus hogares. Los tsunamis que se originaron, afectaron a la costa noreste con olas de más de 10 metros, que rompieron en la costa arrasando en más de ocho kilómetros tierra adentro todo cuanto encontraron a su paso. Han pasado solo dos años desde aquellos trágicos acontecimientos y el pueblo de Japón ha sabido dar una lección de coraje y lucha por salir adelante a pesar de la desolación.
A veces, sobran las palabras para describir una imagen.
Afectada también la central nuclear de Fukushima, muchos trabajadores de la misma y otros ajenos a la central, se ofrecieron voluntariamente para tratar de parar las fugas radiactivas, exponiéndose a radiaciones letales para sus vidas. Asumían como un deber propio el ponerse al servicio de los demás con toda naturalidad.
El testimonio de los habitantes de la prefectura de Tohoku, nos da una lección ejemplar de respuesta frente al caos y nos llena de admiración y solidaridad.
Así, una pareja de amigas entradas ya en edad, son capaces de decirnos: «pongámonos guapas y enfrentémonos a todo». O un grupo de niñas y niños afirmando: «papá, mamá, nosotros construiremos el futuro». O aquél hombre curtido en batallas, afirmando que «no haré como si nunca hubiera sucedido». O ese grupo de obreros que con determinación dijeron que «con ímpetu y voluntad, haremos una ciudad mejor que antes». O aquella niña en medio de la destrucción, adoptando la sonrisa, mejor que la tristeza. O aquellos pescadores dispuestos a empezar de nuevo: «si la vida del mar sigue adelante, la nuestra también». O aquella mujer encontrando toda la felicidad en poder cocinar. O aquella otra, que descubrió lo que era realmente importante.
Tsunami en la costa de Tohoku.
Allá donde el caos y el desastre aparecen, los mejores valores del espíritu humano brillan como un faro que guía en medio de la oscuridad.
En relación a la central nuclear de Fukushima, recomiendo la visualización del reportaje de la cadena alemana 2DF: