El ser humano en su esencia, es confrontado contínuamente a una serie de fuerzas externas que interactúan con su psique. Esa esencia es el más sagrado rincón de su ser. Moldeado por el medio externo, se vé en la necesidad de doblegarse para poder sobrevivir. Usa su sentido práctico, su pragmatísmo para que sus convicciones más profundas no sean un obstáculo insalvable que pueda marginarlo en la sociedad en la que se haya inmerso.
Pero a lo largo de su vida, una y otra vez, estas tensiones van a ser reiterativas. Que ésto se produzca, se puede considerar como vital para ejercer su soberanía y potestad sobre su ser. De lo contrario, si no se producen dichas reacciones a los desafíos y agresiones psicológicas y el individuo ha claudicado, podemos afirmar con bastante rotundidad, que finalmente ha sido vencido por los agentes externos, que han influenciado de tal modo en su pensamiento y manera de concebir la vida, que han destruído su energía creativa interna.
Esta es una lucha constante que puede ser dominada y encauzada con el «estado de alerta», en el que la conciencia superior debe de primar sobre la conducta autómata autoaprendida y que se ha instalado en el subconsciente del individuo.
Quizás se pueda afirmar, que después de su propia supervivencia, ésta haya sido la disyuntiva que el ser humano desde el albor de los tiempos, ha tenido que enfrentar como su mayor reto. Y en nuestras sociedades modernas, mantener el equilibrio psíquico se ha revelado como una necesidad primaria.
Hay un deseo de huída, reflejo del intento de recuperar la parte perdida del Ser, pero que choca con una realidad que es difícilmente moldeable y adaptable a sus deseos más profundos. La solución provisional, es necesasariamente la adaptación. Esta adaptación es lo que ha permitido a la vida proseguir y evolucionar en el mundo físico.
La linea entre la necesaria conservación de la salud mental del individuo y el comportamiento psicótico en nuestra sociedad, parece desdibujarse cada vez más.. ¿Cómo podemos si no, explicarnos que existan corrientes de poder económico que están comprometiendo seriamente el futuro de nuestro planeta y que una gran mayoría de la población mundial siga esa misma corriente, inducidos o imbuídos de una adormecida conciencia?.
«No aceptes lo habitual como cosa natural. Porque en tiempos de desorden, de confusión organizada, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer imposible de cambiar».
Bertolt Brecht.
Había hablado de la necesidad de adaptarse, pero a la luz de los hechos aquí expuestos, se hace evidente la urgencia de que cada uno tome la iniciativa y sea el motor del cambio en el ámbito de su particular parcela de vida. Una mentira no se convierte en verdad o un mal no se convierte en un mandato conveniente sustentado por leyes, por el hecho de que una gran mayoría de individuos lo acepten. Pongamos en duda y en análisis constante, el concepto que subyace bajo el término de «normalidad», dado que dicho término no puede acotarse en una definición científica, sino que está conformado por concepciones sesgadas de la realidad, de tipo cultural, religioso, sociales o de ideología.
La supremacía de la inteligencia y la generosidad hacia nuestros semejantes, deberá de imponerse para que éste modelo de vida impuesto desde siglos atrás, se transforme gradualmente en una grandiosa aventura y no en una experiencia de sufrimiento y dolor como hasta ahora se manifiesta. Hay que trabajar en nosotros la asertividad, basada en la lectura directa del pensamiento de nuestro corazón y poner en cuarentena las creencias arraigadas por el adoctrinamiento recibido y la invasión vírica de los medios de comunicación sobre nuestra mente y conciencia.
«Del choque entre la necesidad esencial de tomar nuestras propias decisiones nacidas de una convicción profunda y su confrontación con el condicionamiento externo para hacerlas realidad, nacen la mayor parte de los desequilibrios y enfermedades nerviosas en la época actual».
En las bases del comportamiento humano, suelen distinguirse dos elementos que lo determinan: la conducta externa (nuestra manera de reaccionar ante la vida, condicionada por nuestras experiencias y toda la influencia ejercida por el medio) y la conciencia. Ambos elementos se van entremezclando y alternativamente unos van predominando sobre otros. Los mecanismos reflejos quedan al margen de la conciencia, puesto que son parte del instinto de supervivencia. Lo que hace único al ser humano, es la capacidad que tiene para modificar su conducta de un estado autómata a un estado consciente, en el que tiene autonomía plena para responder a un estímulo de una manera concreta y meditada.
Ese pensamiento intencional, esa conciencia de sí mismo y ese «poder» de crear procesos mentales superiores a su propia realidad física, constituye su valor más singular y por esta razón es objeto de su sistemático asalto y atesoramiento por parte de otros «entes». No parece entonces tan difícil de comprender que a una gran mayoría de seres humanos, les resulte tan difícil el poder adaptarse a un entorno como el actual, que perciben como hostíl y contrario a su propia esencia.
LA INFLUENCIA SOCIAL EN EL COMPORTAMIENTO HUMANO. EL EXPERIMENTO DE SOLOMON ASCH
Los experimentos llevados a cabo por el investigador Solomon Asch entre los años 1951 y 1955 relativos a la influencia que para un individuo pueden suponer las opiniones de terceros, reveló que un individuo puede llegar a ver negro donde hay blanco y blanco donde es negro*, influído por la presión ejercida por un grupo previamente coordinado y cómplice en una falsedad, renunciando a su propia percepción y evidencias y adaptándo su respuesta incoscientemente a las consignas del grupo. La percepción es uno de los factores de la inteligencia.
*El experimento de Solomon Asch se realizó por comparación de lineas de diferentes dimensiones.
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