Londres. Felíz Londres.

IMG_4131[1]Recientemente hablé con un amigo mio, que se marchó hace un año a Londres para aprender inglés en una academia. Me hablába de que aún con el tiempo transcurrido en ella, no se terminaba de adaptar a esta ciudad, que echaba de menos el trato que hay en las relaciones humanas en España. Hay que hablar sobre la realidad de esa ciudad en la que yo mismo he estado aunque por poco tiempo. Es una ciudad casi invivible para personas que aspiran a vivir de forma modesta. Personas incluso con altos estudios, se ven abocadas a realizar trabajos para los que no estudiaron, obteniéndo una remuneración por hora que no llega ni a siete libras!. Esa es la realidad que se han encontrado muchos que apostaron por marcharse a Londres, dejándo atrás una difícil situación laboral en sus países. ¿Generalidad?. Pues si, es la generalidad desgraciadamente. Una ciudad que cobra por residir en ella, al cabo de los séis meses un impuesto de más de 100 euros a los extranjeros, por su bella estampa. Esto me recuerda a los pobres cubanos, que tienen que pagar a la dictadura castrista 40 euros todos los meses. Si no, no pueden volver a Cuba a visitar a sus familiares.

Sobre todo, me hablaba mi amigo de la impresión que tenía del lugar: un lugar frio, donde el vivir sin pensar todo el tiempo en la pasta, se hace imposible, donde el capitalísmo más salvaje, se materializa hasta la extenuación y donde los habitantes muestran una impasible indiferencia ante quienes lo pasan mal.

Es parecida la sensación que tuve en Paris, donde ni siquiera puedes comer un menú en condiciones, si no te gastas más de 25 euros.

Yo pensé cuando estuve en estas ciudades, que los habitantes de las mismas, tenían que ser todos forzosamente ricos!. Como en todas las ciudades, en Londres y en París, hay barrios de obreros y gente humilde, que contrasta con la intensidad de la grandilocuencia de las luces de sus monumentos y edificios.

Los transportes, la comida, el ritmo de vida autómata, restan un prestigio que merecidamente tienen estas dos ciudades por su arquitectura, sus museos y su patrimonio histórico.

Necesitamos humanizar las ciudades y no convertirlas en el negocio de gente sin escrúpulos, que saca provécho de las necesidades vitales de los demás. Todos tenemos derecho a progresar y a albergar esperanzas de un futuro próspero.

Estos tiempos convúlsos en los que vivimos, pondrán más en evidencia la absurda carrera de fondo que muchos llevan en aras de la conquista del éxito. ¿Quien puede afirmar que ha llegado a la cumbre del éxito personal, si no ha contribuído en la medida de lo posible para cambiar el estado actual de las cosas y hacer de este mundo un lugar más confortable en el que vivir?