Las copiosas lluvias caídas en este invierno y primavera pasada en la península, han hecho reverdecer campos y amplias zonas muy afectadas por la explotación sin medida de los acuíferos, han vuelto a recuperarse. Nos referimos especialmente a los humedales de las Tablas de Daimiel, excepcional lugar sobre el que hemos colocado un video en la sección de “Videos”, uno de los parajes más singulares en España, de similitud a las grandes inundaciones que provoca el Okavango en el Valle del Rift con la llegada de las lluvias pero a menor escala geográfica.
Pero además, otros lugares se han visto beneficiados de esta abundancia de lluvias, y queremos destacar a las Lagunas de Ruidera, cercanas también a las Tablas de Daimiel y que conforman los dos enclaves, una singularidad no sólo en la región de Castilla La Mancha, que las engloba, sino en toda Europa.
En este post, sobran las palabras y mandan las imágenes y espero que las mismas, os incíten a proponeros visitar estos lugares tan especiales, en los que recientemente tuve ocasión de estar con una amiga. Ambos paisajes, son completamente diferentes, pero su formación viene dada por la naturaleza kárstica del terreno que los alberga. Son singulares y excepcionales.
Si ya eran diferentes las Tablas de Daimiel a todos los hábitats que habia visto anteriormente, la visita a las Lagunas de Ruidera, fué un espectáculo difícil de olvidar, donde la luz y el agua se conjugan para hacer del lugar un canto a la creación. Desgraciadamente, no todo el mundo tiene la sensibilidad para apreciar estas maravillas lo suficientemente, pero es muy fácil apropiarse del “Sindrome de Stendhal” y convertirlo no en un colapso emocional por causa del arte, sino en este caso por la naturaleza.
Es tremendamente importante efectuar estas visitas a estos lugares, porque aportan una renovada perspectiva de la naturaleza que nos rodea e inflúyen poderosamente en nuestro ánimo y visión de las cosas. Invitan a la inspiración, a la introspección, a la limpieza mental y al contacto con el ser interior que todos albergamos. Pero además, estar allí es una explosión de alegría, de fiesta por la creación y de agradecimiento.
Estoy empezándo a entender, que el valor más alto que tiene la fotografía, es la de poder compartirla con los demás, no acaparar para sí, esa belleza que captamos, sino transmitirla.
Sin duda alguna, es de gran significación para el ser humano, el tener la capacidad de conservar la percepción de poder maravillarse. De ahí la importancia de saber mantenerse en el presente, dado que el pasado y el futuro no conforman la última realidad, sino que es el presente el que lo determina todo. Esta capacidad, se puede ir perdiendo con el tiempo, invadida por influencias limitadoras de la realidad, que trastocan irreversiblemente nuestra receptividad hacia el mundo exterior. Este hecho se ve claramente reflejado en los visitantes, que en lugar de escuchar el lugar que visitan, invitándose a sorprenderse con los cantos de las anátidas, no paran de hablar con quienes les acompañan. Muchas personas no soportan el silencio, pero es precisamente éste silencio, uno de los mayores tesoros cuando se visitan estas zonas.
Así estuve yo aquél dia, pletórico de alegría, sin ningún miedo a ese fragor de fuerza que la naturaleza mostraba. Mientras mi amiga, hacía suposiciones estrambóticas, como que “¡si esa ingente cascada me alcanzase, estaría muerta!”, yo me sentía dichoso y lleno de alegría de poder vivir aquel instante, y decírla en tono burlón, que “no necesitaba nada más”. Aquella confusión que mostraba en su rostro era impagable.
Dejémos pues, que la protagonísta de esta historia, os muestre todo su esplendor.
LAS TABLAS DE DAIMIEL
LAS MARAVILLOSAS LAGUNAS DE RUIDERA