Como si fueramos a irrumpir en la intimidad de una familia, así nos acercamos, sigilosamente, a la búsqueda de imágenes que se convirtieran en tesoros de un tiempo pasado.
Traspasamos el umbral de la puerta principal para acceder a una sala circular que suponemos sería el principal centro de reunión de la vida familiar de esta casa. Llama bastante la atención, que dicha estancia es circular!. Apenas nos damos cuenta, pero esta exploración guarda mucha relación con nuestra propia exploración interior.
Lo que un dia tuvo un presente vivo, ahora se ha convertido en otro presente diferente, donde otra realidad se ha colado por sus muros. El tiempo es muy extraño. Transforma todo y lo hace impermanente.
Como exploradores que hubieramos llegado del futuro, aún podemos captar la energía latente de aquellos que habitaron esta casa. El lugar no se convierte en un entorno tétrico y cargado de malas vibraciones, sino que por el contrario, llegan a nuestros otros sentidos, la presencia difuminada de seres humanos que una vez en la linea del tiempo, habitaron estas paredes y sintieron y vivieron, emociones, alegrías, miedos, esperanza, deleite, belleza. Estados del ser que nos son completamente familiares.
Por ello, por esa identificación con lo que experimentamos como seres humanos, uno siente un profundo respeto cuando a cada paso va descubriendo estancias. No tenemos la sensación de haber violentado la paz del lugar sino que parece existir una complicidad de quienes habitaron el lugar, que nos reciben con expectación, como queriendo revivir sus vidas a través de nosotros.
Hay vida real, pero de otra clase. Los vencejos se han instalado en algunas habitaciones y revolotéan de un lugar a otro sin prestarnos la más mínima atención. No parecen tener miedo. Quizás ni hayan visto nunca un ser humano en sus cortas vidas. Van de un lugar para otro cruzando el pasillo y por momentos rompen el estado de alerta con el que avanzamos en nuestra exploración.
Para un fotógrafo, estos lugares poseen una magia especial. Son escenarios en los que se tiene la posibilidad de testimoniar los efectos que el transcurrir del tiempo produce en entornos que nos son familiares, como es un hogar humano. Pero también, la luz que se conjuga en el interior es especial, tanto como la belleza que parece descubrirse en el deterioro de los materiales.
Abandonamos el lugar, agradecidos de haber sido atraídos hacia un «espacio tiempo», que no se detiene y que está en contínuo movimiento, contrariamente a lo que pudiera pensarse. Nuestro vínculo invisible hacia aquellos/as que vivieron allí, se convierte en un saludo de despedida y el reconocimiento de su memoria en la eternidad.
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